Riley



Avión, cabello pelirrojo y portada de la novela "American Psycho"



Con las piernas cruzadas, sentada en el suelo, África escribía sus datos personales en una agenda de 2018. Año nuevo, agenda nueva. Escribía despacio, atenta a la caligrafía. Trazaba cada letra como si de un dibujo se tratara, como si las eses y las emes tuvieran el detallismo vital de las fronteras en un mapa.
África no era paciente, afrontaba la vida más consciente de la inminencia del fin que del placer de los procesos, de los caminos. Había leído, sin embargo, que se podía mejorar esta impaciencia enfermiza tomándose con calma las tareas cotidianas y las actividades más rutinarias. Así que ahí estaba, respirando mientras escribía, forzando una lentitud que se clavaba en su ansiedad más profunda como alfileres molestos. Alfileres oxidados.

El megáfono del aeropuerto llamó de nuevo a los pasajeros de un vuelo a Lisboa. Era la tercera vez que sonaba el mismo mensaje y África había levantado la cabeza las tres veces. La impuntualidad de otros la desconcentraba.

En el sillón de enfrente, antes vacío, un chico leía. Estaba sentado, pero se veía que era alto. De piernas largas y más bien delgadas. Tenía la piel muy blanca, los ojos muy azules y el pelo muy anaranjado. Su barba, sin duda de varios días, no crecía igual en todas las partes de su cara. Sus manos, de dedos finos y alargados, temblaban un poco al sujetar el libro. No era un temblor débil ni nervioso, sino excitado, vibrante. Dos mechones pelirrojos se escapaban constantemente de detrás de sus orejas. Sin dejar de leer, volvía a colocarlos con una elegancia inocente, inconsciente.
Recogidos los cabellos y acabada la página, levantó la mirada y se topó con África, que había dejado de escribir.
Abochornada por la inmediatez de aquel momento y por el azul de sus ojos (aún más azules de lo que se imaginaba), la chica volvió a su agenda. Estaba petrificada y sonreía nerviosa. Después de unos inacabables, insufribles segundos volvió a mirar, guiados sus actos por una verguenza radical y novata. El chico había cerrado el libro, marcando la página con su dedo índice.

- Are you a writer? Preguntó.
África cerró su agenda sin marcar la página.
- Oh... not at all. I'm just working on some stuff.

Ninguno de los dos sabía muy bien si volver o no a su silencio solitario. Sobre todo, ninguno parecía querer.

- Is it any good? Preguntó África señalando su novela.
La evidencia de su interés calentó sus mejillas.
En cuanto a él, armándose de una osadía que desconocía poseer, hizo un signo con la mano, indicando a la chica que no podía oirla, se levantó y se sentó a su lado, también en el suelo.
- I said: Is it any good?
- The book? Well, yeah... it's kind of strange, but it's interesting.

África cogió el libro y leyó su título con un gesto cómodo y decidido, como si ya se supieran de memoria. Era un libro de tapa dura.
- American Psycho? Rió. Well, it's a bit creepy to talk to girls handling this specific book , isn't' it?
- I suppose it is a bit creepy, contestó. Entre frase y frase se aplastó el pelo hacia delante, liberando todos los mechones que hacía unos instantes caían ordenados tras sus orejas. La apariencia acababa de ganar la batalla a la comodidad. Although it is a classic, so some would say I'm an intellectual.
- I see, dijo África. Con las yemas de los dedos tocaba la tapa de la novela. Después, la abrió y olió sus páginas. Nuevo. Olía a nuevo.
- So... where to? Preguntó él.
- Paris, I'm starting a new job.
- As...?
- A journalist. I should say I'm excited but the truth is I'm terrified.
- Well, you look not terrified to me.
El libro fue devuelto.
- Im África, dijo dándole la mano.
- Riley.
- And where to Riley?
- I'm going back to Marseille. I work there. I was visiting my mom.
- Your irish mom.
Riley soltó una carcajada.
-What gave me away?
- Well, it could have been your skin, your eyes or your hair... but ultimately, it was your accent.
A África le dolían las comisuras de la boca de tanto sonreír.

Un nuevo mensaje sonó en el megáfono. Llamaban a un pasajero de un vuelo a Marseille. Primera llamada.
- That's me, dijo Riley señalando el megáfono con el dedo.
- Well, that's a pity, suspiró África.

Muy lentamente, incomodado por la largura de sus piernas y una demora que parecía no poder evitar, el muchacho pelirrojo se puso en pie.

- It was truly a pleasure to meet you, dijo con la boca, pero también con los ojos.
Ella no contestó. Se limitó a observarle con una sonrisa disminuida. Su puntualidad la entristecía. Las comisuras de la boca ya no le dolían, se habían acostumbrado al nuevo gesto. Tenía un nudo en el estómago.
Riley se agachó a coger su bolsa. Con la otra mano y mientras se incorporaba, tocó con un dedo la espalda de África, recorriendola hasta su cuello con un cuidado prudente pero intenso. Era el dedo que usaba como marcapáginas.
Mientras se marchaba, África miraba la esquina por la que sin duda iba a desaparecer. Miraba sin enfocar. Todos los elementos de aquella esquina le eran borrosos: el cristal que dejaba ver las pistas de aterrizaje, un cacho del ala de un avión, el principio de la cinta mecánica, el suelo recién fregado y por consiguiente brillante... Como bien había vaticinado, Riley dobló la esquina y se esfumó de la sala de espera, de su visión difuminada y de su vida.
No duró mucho. Nada más esfumado dio la vuelta. Intentando no hacer demasiado el ridículo, sujetando su bolsa y su libro en el regazo, corrió hacia África. Una vez a su lado comenzó a hablar.
- Listen... I really never do this... but could I get your phone number?... you know... just in case.

África le arrebató el libro de las manos y escribió su número en la portada, justo al lado del título.
Riley miró hacia la esquina.
- I really have to go, le dijo a África.
- I know, contestó ella.



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